Piso en venta. Ideal parejas

Cuando cumplí los 30 decidí que había llegado el momento de independizarme. Me daba una pereza horrible, pero no podía soportar más la presión. Tengo 30 años, tengo 30 años, tengo 30 años. No hay otra salida, chaval: ya estás tardando. Así que empecé a mirar hipotecas. Y después de mirar unas cuantas, me compré un coche.
Un Opel Zafira nuevo de un color negro brillante, cristales traseros ahumados, airbag frontales y laterales, elevalunas eléctrico, aire acondicionado, cargador de Cds, asientos confortables y reclinables y, el colmo de las pijadas, un lector de Dvd con una pantalla retráctil de siete pulgadas situada en el techo, visible desde la segunda y tercera fila de asientos. La rehostia.
23.735€ . “Pues me lo voy a llevar”, le dije al tío del concesionario. El muy impresentable me miró de arriba abajo, soltó una carcajada, se recolocó en la nariz sus horrendas gafas de empollón de la clase, y me dijo “pero hombre, no tiene por qué decidirlo ahora, puede pensárselo unos días, que es una compra importante y ya sabe, un coche es un coche…”
Pero vamos a ver, ¿este cenutrio no está aquí para vender? ¿no me tendría que estar besando los pies por haber vendido el coche más pijo del mundo en menos de 30 minutos? ¿A que voy y te compro un Opel Corsa, por listo?
En fin, al final conseguí acelerar todo el papeleo y llevármelo al día siguiente, memorable día en que hice las maletas y me largué de casa de mis padres. Me independicé, por fin.
No era aquella la idea de independencia que siempre había tenido, pero el tema de las hipotecas me había tocado tanto la moral que decidí que había que hacerle un bien a las futuras generaciones e implantar una nueva costumbre: yo iba a ser el primer treintañero que se iba a vivir a un coche. Y el mundo me iba a seguir.
¿Qué? ¿Alguien lo ha probado alguna vez? ¿Conocen a alguien que viva en un coche? Pues a callar. Si tengo sofás, tele y radio, ¿qué más necesito?
A mi familia le costó un poco aceptarlo al principio, sobre todo a mi madre. Sí, ella es la que lo llevaba peor; decía que si cada día iba a comer y a que me lavara la ropa era como si no me hubiera ido. Encima esto. Durante un tiempo la intenté convencer de que lo hacía por su bien, porque así no notarían tanto mi pérdida, hasta les dije que los echaba de menos, pero cuando se hizo demasiado evidente que lo que quería la mujer era perderme de vista, tuve que buscarme la vida.
Fue entonces cuando me apunté al Dir. Por el mismo precio que pagaría por la factura del agua me dan el gel, una bolsa, dos toallas y hasta puedo hacer deporte y natación. ¿Y lo mejor? Tengo una tarifa según la cual puedo ir a cualquier Dir de Barcelona (menos al de Diagonal, paraíso de los malvados pijalien). Increíble. Una ganga. Así que cada mañana me levanto, abro el maletero desde el interior, escojo la ropa, me visto, me arreglo un poco, salto al asiento delantero y conduzco alegre y feliz hacia el Dir más cercano. Allí una duchita y al curro, donde paso 9 horas cada día. Tanto rollo para comprarse un piso si al final el día lo pasamos en la oficina. Pues eso, por la noche me como un menú en el bar del Manu, que ya me hace precio de amigo independizado y cliente continuo y ale, para el Zafira. Busco un buen lugar para aparcar, normalmente en alguna calle un poco céntrica, que aunque hay más ruido siempre están más vigiladas, miro alguna peli espanzurrado en los asientos, y cuando me entra el sueño me duermo. Para de aquí a un par de años tengo pensado alquilar una plaza de parking, pero de momento se me sale del presupuesto. Todo llegará.
Una vez por semana voy a la lavandería, que por 3€ lo tengo todo limpio y seco en un par de horas. ¿Y saben qué? Que desde que voy ya me he leído tres libros.
Yo esto no lo cambio por nada. Qué va. Ni hipotecas, ni entradas, ni 30 años, ni tanto-por-ciento-TAE (¿quién sabe lo que es el TAE?), ni sábados por la tarde en el Ikea. Basta ya de invertir en ladrillos. Compremos coches. Seremos más cultos, tendremos menos colesterol y, quién sabe, puede que hasta los pisos acaben siendo más baratos.

Clara MarSe

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