Cariño! Hoy juega el Barça!
Esta es la historia de un microcosmos como otro cualquiera, formado por una estrella mediana que llamamos F.C. Barcelona, los cuerpos que la acompañan y el espacio que queda entre ellos. El F.C.Barcelona es la fuente más rica de energía electromagnética. El sistema solar entero, junto con las estrellas locales audibles en una noche clara, orbita en el centro de nuestra galaxia, que es un espacio rectangular de 80 metros cuadrados donde se concentran hasta 50 cuerpos conectados desde diferentes puntos con la estrella central. A veces llega desde el espacio exterior un cuerpo extraño y ajeno al sistema llamado meteorito. Estos suelen encenderse y desintegrarse al mínimo contacto con la atmósfera. Pero a veces sobreviven...
— A ver, recapitulemos. Aquí está la portería, ¿vale? Las dos latas son defensas del Barça y los vasos son jugadores. Entonces, si las latas están así... y uno del Madrid viene por aquí... cómo era esto... em... era que un vaso no se puede colar por detrás para chutar, ¿no? ¡Sí, sí!¡Ya está! Es así, ¿verdad? No se puede estar entre éste y la portería. A menos que seas lata.
Sonrío de felicidad cual cachorro que devuelve el muñeco de goma a su amo y espera impaciente una galletita. Pero creo que sigo sin entenderlo. Es inútil, y eso que hoy he puesto todo mi empeño. Mi partido tiene de todo.
Mi pelota de servilleta de papel avanza empujada por el vaso de tubo número uno, parece que va a realizar un tiro a servilletero, pero ¡no! ¡La pelota al palo! Sacamos de nuevo y.. ¡Vaya pase! ; el vaso de tubo número dos se hace con el papel ... la rodaja de limón parece haber cobrado vida en su interior, se acerca... atención... avanza... quina velocitat...Xavi...Xavi per Samuel Eto’o...Eto’o que continua avançant, s’acosta a la porteriaaaaa... ¡¡¡Ooooiiisch!!!
La servilleta sale disparada en dirección a la mesa de al lado. Dos hombres de unos cuarenta años al más puro estilo Torrente me dirigen una mirada de odio con tanta devoción que hasta me siento orgullosa por haber conseguido que dos mamíferos panzones de su especie, entretenidos como estaban en rebuznar cual fieras en su hábitat natural, interrumpan su contacto visual directo con la pantalla para contemplarme. Les sonrío con amor. Justo cuando me agacho estirándome hacia su mesa, dispuesta a escurrirme entre los pies de Torrente 1 y Torrente 2 para recuperar mi balón, la mano de mi avergonzado novio me tira del brazo izquierdo para devolverme con brusquedad a la silla.
— ¡Au! Pero si sólo iba a recoger la...
— ¡¡¡PENALTY!!! — Sesenta y tres gargantas macho al unísono.
Pues vale. Abatida, espero a que el servilletero escupa un nuevo papel (de esos que dicen llamarse servilletas y que parecen pensados para liar cigarrillos más que para limpiarse los morros después de una buena ración de bravas) y lo estrujo sin piedad y con mala leche. Me concentro otra vez en las latas vacías de Coca cola, sin anilla y medio espachurradas ya. Los defensas, los jugadores, la portería, el balón, éste por delante de éste, la pelota que viene por detrás... Pero nada. No hay manera. Que no lo entiendo. Tras varios intentos más que frustrados y resistiéndome aún a creer que mi coeficiente intelectual sea inferior al del colectivo futbolero congregado hoy en este bar, soy incapaz de entender qué coño es un “fuera de juego”.
—Es que eso es lo que me has explicado, que no se pueden colar y que el pase no sirve si éste está detrás y que cuando uno viene...
—¡¡¡ANDA YA!!!
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? — En tres milésimas de segundo cuatrocientas burradas distintas contra el malogrado nombre de Michel Salgado. Descontento, furia, indignación, gritos, insultos. Un osado melenudo con pinta de cavernícola se dirige al árbitro montado en cólera.
—¡¡Ahí Puyol!! ¡Di que sí! ¡Dale caña! — El pueblo está contigo. ―¡Venga, que era un penalty clarísimo! ¡Estás comprado, CABRÓN! —Por motivos que la ilustre ciencia de la antropología aún no ha logrado descubrir, gritan a la pantalla como si el árbitro pudiera oírles— ¡Venga hombre, vete a tu pueblo!
Quedarse sentada ahora es algo así como ir a misa y no saber cuándo hay que levantarse y responder “te alabamos señor”. Ya he conseguido atraer las miradas de todos los Torrentes del mundo. Hola, sí, soy yo, la que ocupa injustamente una silla mientras otros culos más dignos permanecen a la intemperie. Empiezo a desintegrarme.
En definitiva, ¿qué es un partido de fútbol? Es la condensación del mayor número posible de tacos y onomatopeyas en un tiempo siempre superior a 90 minutos, donde australopitecos de todas las edades unen sus neuronas en un estado de concentración y compenetración sin precedentes que capacita al cerebro masculino de manera excepcional para coordinar a la vez dos acciones distintas: la atención a una pantalla, por un lado, y la predisposición a gritar, por otro. Así, unidos por una fuerza más grande que el dinero y casi más poderosa que el porno, se convierten todos ellos en fieles profetas de una religión cuyo ritual sagrado consiste, entre otras cosas, en llevar bufandas iguales, fumar, beber cerveza, criar barriga y desarrollar su lado más salvaje en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los domingos (y algún sábado) de su vida.
— A ver, recapitulemos. Aquí está la portería, ¿vale? Las dos latas son defensas del Barça y los vasos son jugadores. Entonces, si las latas están así... y uno del Madrid viene por aquí... cómo era esto... em... era que un vaso no se puede colar por detrás para chutar, ¿no? ¡Sí, sí!¡Ya está! Es así, ¿verdad? No se puede estar entre éste y la portería. A menos que seas lata.
Sonrío de felicidad cual cachorro que devuelve el muñeco de goma a su amo y espera impaciente una galletita. Pero creo que sigo sin entenderlo. Es inútil, y eso que hoy he puesto todo mi empeño. Mi partido tiene de todo.
Mi pelota de servilleta de papel avanza empujada por el vaso de tubo número uno, parece que va a realizar un tiro a servilletero, pero ¡no! ¡La pelota al palo! Sacamos de nuevo y.. ¡Vaya pase! ; el vaso de tubo número dos se hace con el papel ... la rodaja de limón parece haber cobrado vida en su interior, se acerca... atención... avanza... quina velocitat...Xavi...Xavi per Samuel Eto’o...Eto’o que continua avançant, s’acosta a la porteriaaaaa... ¡¡¡Ooooiiisch!!!
La servilleta sale disparada en dirección a la mesa de al lado. Dos hombres de unos cuarenta años al más puro estilo Torrente me dirigen una mirada de odio con tanta devoción que hasta me siento orgullosa por haber conseguido que dos mamíferos panzones de su especie, entretenidos como estaban en rebuznar cual fieras en su hábitat natural, interrumpan su contacto visual directo con la pantalla para contemplarme. Les sonrío con amor. Justo cuando me agacho estirándome hacia su mesa, dispuesta a escurrirme entre los pies de Torrente 1 y Torrente 2 para recuperar mi balón, la mano de mi avergonzado novio me tira del brazo izquierdo para devolverme con brusquedad a la silla.
— ¡Au! Pero si sólo iba a recoger la...
— ¡¡¡PENALTY!!! — Sesenta y tres gargantas macho al unísono.
Pues vale. Abatida, espero a que el servilletero escupa un nuevo papel (de esos que dicen llamarse servilletas y que parecen pensados para liar cigarrillos más que para limpiarse los morros después de una buena ración de bravas) y lo estrujo sin piedad y con mala leche. Me concentro otra vez en las latas vacías de Coca cola, sin anilla y medio espachurradas ya. Los defensas, los jugadores, la portería, el balón, éste por delante de éste, la pelota que viene por detrás... Pero nada. No hay manera. Que no lo entiendo. Tras varios intentos más que frustrados y resistiéndome aún a creer que mi coeficiente intelectual sea inferior al del colectivo futbolero congregado hoy en este bar, soy incapaz de entender qué coño es un “fuera de juego”.
—Es que eso es lo que me has explicado, que no se pueden colar y que el pase no sirve si éste está detrás y que cuando uno viene...
—¡¡¡ANDA YA!!!
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? — En tres milésimas de segundo cuatrocientas burradas distintas contra el malogrado nombre de Michel Salgado. Descontento, furia, indignación, gritos, insultos. Un osado melenudo con pinta de cavernícola se dirige al árbitro montado en cólera.
—¡¡Ahí Puyol!! ¡Di que sí! ¡Dale caña! — El pueblo está contigo. ―¡Venga, que era un penalty clarísimo! ¡Estás comprado, CABRÓN! —Por motivos que la ilustre ciencia de la antropología aún no ha logrado descubrir, gritan a la pantalla como si el árbitro pudiera oírles— ¡Venga hombre, vete a tu pueblo!
Quedarse sentada ahora es algo así como ir a misa y no saber cuándo hay que levantarse y responder “te alabamos señor”. Ya he conseguido atraer las miradas de todos los Torrentes del mundo. Hola, sí, soy yo, la que ocupa injustamente una silla mientras otros culos más dignos permanecen a la intemperie. Empiezo a desintegrarme.
En definitiva, ¿qué es un partido de fútbol? Es la condensación del mayor número posible de tacos y onomatopeyas en un tiempo siempre superior a 90 minutos, donde australopitecos de todas las edades unen sus neuronas en un estado de concentración y compenetración sin precedentes que capacita al cerebro masculino de manera excepcional para coordinar a la vez dos acciones distintas: la atención a una pantalla, por un lado, y la predisposición a gritar, por otro. Así, unidos por una fuerza más grande que el dinero y casi más poderosa que el porno, se convierten todos ellos en fieles profetas de una religión cuyo ritual sagrado consiste, entre otras cosas, en llevar bufandas iguales, fumar, beber cerveza, criar barriga y desarrollar su lado más salvaje en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los domingos (y algún sábado) de su vida.
Comentarios