Sí, os quiero
¡He vuelto! Me creeré eso que me decís de "yo leo tu blog, pero nunca te dejo ningún comentario", porque parece ser que no entendéis q sin comentarios la cosa no tiene gracia.
He intentado varias veces crear una entrada en las últimas semanas. Quería escribir sobre la final de la Champions, sobre alguna serie de dudosa reputación, sobre la expulsión injusta de un triunfito que me cayó en gracia o sobre la alcohólica verbena de san juan. Pero cuando me sentaba a escribir no me salían las palabras, y eso me ofusca y me hace poner de mala leche, así que he dedicado mis ratos libres a "morenear", sin conseguirlo,y poniéndome de más mala leche todavía. Conclusión: intentaré escribir y que salga lo que salga.
Quiero hablar de bodas. Oh, sí, la boda, esa extraña palabra que nos provoca risa y urticaria durante años hasta que de repente cumples 28 y empiezan a casarse todos tus amigos. Cuando alguien te dice "me caso", lo primero que piensas, mucho antes del "felicidades, cuánto me alegro" es "mierda, tengo que comprarme un vestido" y esa pasa a ser la mayor de tus preocupaciones hasta que consigues encontrar algo que te guste, que no te haga demasiado gorda ni demasiado flaca, ni demasiado baja ni demasiado alta, que vista pero que no se pase y, a ser posible, que te lo puedas poner en alguna otra ocasión. Si además Dios no te bendijo con algunos centímetros de más, deberás enfrentarte al duro trance de pagar una pasta para torturarte durante largas horas con unos tacones que (con suerte) no volverás a llevar, almenos hasta la próxima boda (siempre que te combinen con el otro vestido, porque, evidentemente, NO PUEDES REPETIR). Después está el chal, esa prenda tan inútil como cara que nunca sabes cómo llevar porque, reconozcámoslo ya, te sobra desde el mismo momento en que sales por la puerta de tu casa. Y además, ¿quién puso de moda esos bolsos microscópicos para ceremonias? ¿Qué se supone que debo meter? ¿media llave de casa? ¿la targeta SIM de mi móvil? Y encima tenéis los santos huevos de decir "cariño! te cabe mi teléfono?" ¿Es que no ves que llevo diez minutos haciéndole punta al lápiz de la raya para poder reducir su tamaño? . "¿Me haces el nudo de la corbata?" Sí, claro, ¿Cuándo? ¿A las 6 de la mañana antes de ir a la peluquería? ¿o quizás mientras me maquillo y aprendo a llegar al lavabo en tacones sin hostiarme? En fin, que yo en otra vida quiero ser hombre. Quiero mear de pie, ser padre sin parir, no tener la regla y poder ir a bodas en pantalones con bolsillos, con el mismo traje siempre, sin maquillaje, con zapatos planos y peinándome sólo con un poco de gomina. Pero de momento no soy hombre, y superado el trance de buscar vestido, tengo que decirlo alto y claro: ME ENCANTAN LAS BODAS. Me gustan tanto que tardo días en recuperarme de la resaca emocional que me producen.
¿Qué es lo mejor de una boda? Va, sí, pensadlo un segundo...¡claro! ¡qué va a ser! ¡la mesa de los amigos! Los amigos son los que gritan, los que tiran el arroz, los que fuman puros, se emborrachan, se descamisan junto al ventilador, intentan ligar con los primos guapos de los novios, se ponen la corbata en la cabeza y bailan (con tacones o sin ellos) hasta que los echan del local. Son esa gente a la que puedes sentar en cualquier mesa porque sabes que estarán abducidos por el espíritu optimista del día de tu boda y que pase lo que pase, llueva, truene o les des huevos fritos para comer, han venido a pasárselo bien. Sería una deshonra decir que mi familia, por serlo, no haría ninguna de estas cosas (véase la entrada "los señores Señor"), pero es que yo, cuando me da por imaginarme mi boda, lo primero en lo que pienso son mis amigos. Los veo escogiendo traje, leyendo un discurso, bailando, bebiendo, persiguiendo platos cual posesos, abrazándose, ligando entre ellos o fuera de ellos y, por qué no, desnudándose en la playa a altas horas de la mañana para acabar la fiesta.
No deja de ser curioso que fuera precisamente mi abuela, a sus 87 años, la que me dijera: "Mira Clara, es que para hacer una fiesta así, tampoco hace falta casarse". ¿Y quién es mi abuela si no la mejor y la más sabia de todas mis amigas?
El sábado volveremos a vernos las caras. ¡Glamour, fiesta, verano! Pero ¿por qué sólo el sábado? En realidad imagino mi boda porque os necesito. ¡Que vuelvan los tiempos de Lloret, de las cenas en el Louise Se Va, de los 23F! Que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel...
He intentado varias veces crear una entrada en las últimas semanas. Quería escribir sobre la final de la Champions, sobre alguna serie de dudosa reputación, sobre la expulsión injusta de un triunfito que me cayó en gracia o sobre la alcohólica verbena de san juan. Pero cuando me sentaba a escribir no me salían las palabras, y eso me ofusca y me hace poner de mala leche, así que he dedicado mis ratos libres a "morenear", sin conseguirlo,y poniéndome de más mala leche todavía. Conclusión: intentaré escribir y que salga lo que salga.
Quiero hablar de bodas. Oh, sí, la boda, esa extraña palabra que nos provoca risa y urticaria durante años hasta que de repente cumples 28 y empiezan a casarse todos tus amigos. Cuando alguien te dice "me caso", lo primero que piensas, mucho antes del "felicidades, cuánto me alegro" es "mierda, tengo que comprarme un vestido" y esa pasa a ser la mayor de tus preocupaciones hasta que consigues encontrar algo que te guste, que no te haga demasiado gorda ni demasiado flaca, ni demasiado baja ni demasiado alta, que vista pero que no se pase y, a ser posible, que te lo puedas poner en alguna otra ocasión. Si además Dios no te bendijo con algunos centímetros de más, deberás enfrentarte al duro trance de pagar una pasta para torturarte durante largas horas con unos tacones que (con suerte) no volverás a llevar, almenos hasta la próxima boda (siempre que te combinen con el otro vestido, porque, evidentemente, NO PUEDES REPETIR). Después está el chal, esa prenda tan inútil como cara que nunca sabes cómo llevar porque, reconozcámoslo ya, te sobra desde el mismo momento en que sales por la puerta de tu casa. Y además, ¿quién puso de moda esos bolsos microscópicos para ceremonias? ¿Qué se supone que debo meter? ¿media llave de casa? ¿la targeta SIM de mi móvil? Y encima tenéis los santos huevos de decir "cariño! te cabe mi teléfono?" ¿Es que no ves que llevo diez minutos haciéndole punta al lápiz de la raya para poder reducir su tamaño? . "¿Me haces el nudo de la corbata?" Sí, claro, ¿Cuándo? ¿A las 6 de la mañana antes de ir a la peluquería? ¿o quizás mientras me maquillo y aprendo a llegar al lavabo en tacones sin hostiarme? En fin, que yo en otra vida quiero ser hombre. Quiero mear de pie, ser padre sin parir, no tener la regla y poder ir a bodas en pantalones con bolsillos, con el mismo traje siempre, sin maquillaje, con zapatos planos y peinándome sólo con un poco de gomina. Pero de momento no soy hombre, y superado el trance de buscar vestido, tengo que decirlo alto y claro: ME ENCANTAN LAS BODAS. Me gustan tanto que tardo días en recuperarme de la resaca emocional que me producen.
¿Qué es lo mejor de una boda? Va, sí, pensadlo un segundo...¡claro! ¡qué va a ser! ¡la mesa de los amigos! Los amigos son los que gritan, los que tiran el arroz, los que fuman puros, se emborrachan, se descamisan junto al ventilador, intentan ligar con los primos guapos de los novios, se ponen la corbata en la cabeza y bailan (con tacones o sin ellos) hasta que los echan del local. Son esa gente a la que puedes sentar en cualquier mesa porque sabes que estarán abducidos por el espíritu optimista del día de tu boda y que pase lo que pase, llueva, truene o les des huevos fritos para comer, han venido a pasárselo bien. Sería una deshonra decir que mi familia, por serlo, no haría ninguna de estas cosas (véase la entrada "los señores Señor"), pero es que yo, cuando me da por imaginarme mi boda, lo primero en lo que pienso son mis amigos. Los veo escogiendo traje, leyendo un discurso, bailando, bebiendo, persiguiendo platos cual posesos, abrazándose, ligando entre ellos o fuera de ellos y, por qué no, desnudándose en la playa a altas horas de la mañana para acabar la fiesta.
No deja de ser curioso que fuera precisamente mi abuela, a sus 87 años, la que me dijera: "Mira Clara, es que para hacer una fiesta así, tampoco hace falta casarse". ¿Y quién es mi abuela si no la mejor y la más sabia de todas mis amigas?
El sábado volveremos a vernos las caras. ¡Glamour, fiesta, verano! Pero ¿por qué sólo el sábado? En realidad imagino mi boda porque os necesito. ¡Que vuelvan los tiempos de Lloret, de las cenas en el Louise Se Va, de los 23F! Que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel...
Comentarios
Un fan de este blog.
Que vaya bien la boda del sabado!
petonets!
Asi que en otra vida quieres ser hombre, eh chata?? Curioso, yo en otra vida quisiera ser mujer; que me inviten a copas, pagar menos por la ropa, las entradas a las discotecas y quedarme tan tranquila esperando a que se me acerquen los tios, sin arriesgar una mierda y de paso, poder tener 10 orgasmos de la ostia de una sola vez.
(Para que no digas que no dejamos comentarios; me encanta tu blog, aunque te sorprenda)
Un abrazo a todos.